Poetry
LOS AÑOS INMÓVILES DE LA MIGRAÑA
Nuestra alma es solo viento, y, como un viento ligero lo que ella llama constancia es un vaivén inseguro: lo que hoy piensa, mañana no es más que una sombra, el pasado no es nada, el futuro una nube, y lo que tiene presente lo siente pasajero. —É. Durand, Estrofas de la inconstancia. Hado de vértigo en mi jardín ilegible, luna desnuda que brotas del camposanto llevas la profecía en la sangre y en tu frente ¡Oh, buda inefable! tienes la edad de los caballos. Naciste el primogénito de Franziska con un santo. ¡Oh, Dionisos feliz! «¡Oh, ceremonia encantadora!» Y con Elisabeth de Weimar —escolta de tu locura— moriste como un niño de diez años: en comunión con la naturaleza, decididamente solitario. Yo nací el último hijo de Francisca con un santo yo crecí al lado de otra Elizabeth y mis dos hermanos. Y sé que he de morir entre estudiantes en Tubinga, y que mis cenizas —desde la torre de Hölderlin— con las aguas del Neckar traducirán un paisaje desolado. Ángel o asteroide exiliado en un manicomio de la galaxia más sorda del universo, donde el nervio de la gravedad y del amor —y de las patologías salvajes de la esperma— se confunde, con las muecas del caos y el aturdimiento. ¡Más oh la vida insensible de quien no escucha a tu profeta: a Zaratustra, el Zoroastro! Vendrán los años inmóviles de la migraña: las nubes perderán el sentido… ni una alegría sobre todos tus hijos, el desvío absoluto en esta tierra. «¡Más luz!» ¡Ecce homo! ¡Dame otro poema! ¿Es la voz del que sabe aullar en lenguas? Igual a la Palabra —crucificada por siglos— Fritz querido de mi alma: nuestra madre padece locura, nuestro padre también ha muerto. Son las coexistencias violentas e ineludibles: el cálculo de las fechas y de los signos —de los diamantes perdidos de Heráclito— todos tus ríos, nunca las mismas aguas, el sudor que espera las manos de un dios nocturno ¡cuando han caído todos los trapecios! |
“Los años inmóviles
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ENTROPÍA
aquel poema que por voluntad propia se abandona comienza a deteriorarse se agrietan las imágenes se rompen los bordes se aplanan los versos saltan de los tabiques las metáforas y se convierte en una pila de letras al final de la hoja donde crece una hierba. X TOMA A Y POR Z
a Georges Perec X toma a Y por Z —X estima que Y es Z— entonces, Z presenta a Y ante X al rato, Z cree que Y ama a X X cree que Y ama a Z Z y X se enfrentan a Y Y reparte golpes a Z y X por debajo de las mesas X huye de ahí viene “hallar la X” días después Y, dirigiéndose a Z le llama “X”. PRINCIPIA MATHEMATICA
desde tiempos inmemoriales la manzana en su caída se pregunta por qué el árbol sale disparado hacia el cielo mientras el sujeto sobre el césped sigue aferrado a la tierra. EJEMPLO DE FENÓMENO CLÁSICO
el palíndromo fluctuación mecánica de la naturaleza y fuente secuencial de energía es una identidad cuántica no difiere de un electrón o un haz de luz de izquierda a derecha posee identidad de onda de derecha a izquierda identidad de partícula todo su perímetro vuelve atrás. FRACTALES
a Ruby Jay-Pang Somerson de seguro que tu conoces los fractales como conoces las cascadas, los copos de nieve, las ramificaciones en los vegetales o las estridentes fracturas de un metal; un fractal es como un repollo es capaz de describir la lluvia los patrones de formación de las nubes los cráteres de la luna el borde azulito de las montañas, la gracia de tales entes algorítmicos radica en que su dimensión topológica es estrictamente menor que su dimensión de haussdorf-besucovic como tus islas o tus bostezos. ¿LA LUNA EXISTE SI NO LA OBSERVAMOS?
a Héctor G. Oesterheld, eternauta. —Sólo si calculamos la puesta del sol –dijo el geómetra —Sólo si entra a la casa por una ventana abierta –dijo el crítico —Sólo si llena los ojos al pie del río –dijo el escéptico —Sólo si verla es olerla –dijo el astronauta —Sólo si cabe en la lupa –dijo el entomólogo —Sólo si ofrece con disimulo sus abismos –dijo el artista —Sólo si es de papel como la Letra –dijo el grafógrafo —Sólo si imaginamos su procedencia tenebrosa –dijo el dogmático —Sólo si encontramos su combinación espectroscópica –dijo el cuántico ¿la luna existe si no la observamos? y usted, ¿qué cree? |
Selección de poemas del libro
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AMOROSAMENTE FÚNEBRE
En estos momentos el tintero alza vuelo y enfila hacia linderos inacabables de mosquitos haciendo el amor. A. Pizarnik, “Solo un amor”. Asciendes polinizando polisemizando poliglotizando polimorfizando como arrullo de clepsidra violenta contra el caos, como niebla felina o vapor tigrezco —que es algo parecido— como bengala desdentada precoz y explosiva, como crisálida que injustamente se desdobla de un tirón en la tormenta y que justamente incendia las nubes, las estrellas fugaces, la aurora boreal, la aurora polar; como ebullición de acantilados, como estertor de péndulo abandonándose, inflamándose, despegando, como espanto desparramado en la intemperie de los cianuros, traviesa y lunática y amnésica y vital y cristalina. Te contemplo polialcohólico policlínico polietilenizado polineurítico como fantasma anemia aullido cicatriz, como aliento azaroso de insecto temerosamente devorado, como hechicero ahorca mandrágora, como pesadilla enmarañada que se repite y de pronto se bifurca sutil por entre tu desnudez. Desciendes policromática polifónica poliédrica polirítmica como caballito de mar encarnado en la cleptomanía de mi ombligo, como silueta escondida en la catacumba planetaria de los poemas, como medianoche de musas de algas de terciopelos de babitas, como ladrido higiénico y carnal, como antifaz del bálsamo adictivo a tu crisálida, como paisaje de cactus y cascadas traspasando este silencio; igual que una onda ondulante, vibrante, sísmica, pulsante, agitada, tiritante, terremótica, trepidante, temblante, temblorosa, tembloruda; como bostezo de veneno melancólico que huye a socorrerme y trae consigo las aletas y la escafandra y el termo de sangre para untar mi ceguera de asesino traspasado por tu llegada. SORTILEGIO
Podrías hundirte de un solo golpe en la nada, donde van los muertos: ya me consolaría si me dejaras tus manos en herencia. —M. Yourcenar, Fuegos. Se quitó las uñas y se fue se llevó mis dientes empuñándose a los bolsillos de su falda. se llevó la promesa de regalarme un libro de piel de risa en mi cumpleaños. —“Te veo Verso”— me dijo, desde la silla del taxi y las hebras brillantes desde el jadeo a nicotina que nos derribaba. Dejé al borde del taxímetro mi cuerpo fusilado y disfónico mi vocal preferida se exilió mi cara de consonante se partió en transitorios renglones mis ojos de breva melancólica rumiaron hacia un sanatorio me fui como una lluvia de prozac al mediodía. Si alguien pasa por allí, le cambio las manos por la risa. |
Selección de poemas del libro
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Short Stories
Elizabeth cepilla su cabello, la mano izquierda amarra un grupo de pelos y la derecha conduce el peine; arriba, abajo, arriba, abajo, abajo. Al carril de cerdas le ha salido al paso un nudo tinturado. Elizabeth toma las tijeras y corta cinco centímetros sutiles que caen al piso en una pirueta de hebras vanidosas. Arriba, abajo, arriba, abajo, abajo; otro nudo, otros cinco centímetros desbastados. Un nuevo corte, un look rebelde y casual. Siete nudos más y una nueva Elizabeth que impone la agresividad. Ahora, aplica por medio de círculos excéntricos una crema antiarrugas en la frente y el cuello. Cierra la crema y la guarda en el cajón. El dedo meñique de la mano izquierda se queda atorado y las tijeras son maniobradas con fuerza. Elizabeth ve cómo se desgaja el diminuto tentáculo hacia la oscuridad. Al rato, guarda la humectante y se pellizca el pulgar derecho, guarda la desmaquillante y las tijeras hacen un esfuerzo horrible por trozar la mano desde la muñeca. Elizabeth no necesitará ni volverá a depilarse jamás, camino al baño, en busca de una pastilla para desvanecer el insomnio, sus pies tropezaron con el pie de cama y las tijeras derrocharon filo. En la mañana el gorro del baño parece quedarle pequeño, no le llega hasta debajo de las orejas como ella lo desea; arriba, abajo, arriba, abajo, abajo; Elizabeth busca afanosamente las otras tijeras y algo glamoroso en ella se rasga como la plastilina. |
Elizabeth rasga
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Comenzaré diciendo que por estos días he sentido una increíble voluntad para crear. En parte, porque el invierno ha actuado como un paliativo a los embistes juguetones del otoño que nos despeinaron la conciencia, convirtiéndolo todo en un reguero de infinitas imágenes secas; en parte, porque hay algo de hipnótico en la navidad, una especie de atmósfera soporífera que nos empaña con lentitud; lo cual me permite extasiarme en el juego de juntar diversos puntos de vista sobre una idea, amasarlos, retorcerlos y mantenerme concentrado en ellos con el arranque fijo de pintarlos. Pero por alguna razón que no conozco, todo se derrumba y me enfrasco en la frustración de mis impulsos y me vence el aroma de agonía que despiden de un tiempo para acá los óleos. |
Ni se te ocurra
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Cuando ingresamos a su casa tomamos huellas y fotografías de todo, particularmente del baño, donde yacía él en el piso. No ahorramos en hacer planos generales aprovechando la acaramelada luz del amanecer y primerísimos planos ayudados con una lámpara. La escena no registraba el menor rastro de sangre y el espejo brillaba como un imperdonable ladrido vertical. La víctima respondía al nombre de Puláx; estaba tendida de lado a lado con su metro noventa y dos centímetros escuálidos y según el informe de la autopsia, el cuerpo inerte tendía a enroscarse. |
La lupa de Puláx
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¡Oh, dolor! ¡oh, dolor! El tiempo come la vida, |
5:32 p.m.
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Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha, |
Al otro lado de la pirueta
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I'm what you found, I'm upside down |
K90, K100, K190
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Los ausentes soplan & la noche es densa. |
¿Wax a Cat?
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